miércoles, 11 de noviembre de 2015

EL CRISTAL POR EL QUE MIRAS

Un hombre que tenía dos hijos de signo opuesto, uno muy optimista y el otro muy pesimista, siguió el consejo de un amigo de dar a cada uno por su 18º cumpleaños un obsequio muy distinto: algo fabuloso para el pesimista y algo horrible para el optimista. Tal vez así se equilibrarían los estados de ánimo, opinaba el amigo.  Llegado el día, el padre hizo salir a los chicos a ver los dos regalos que estaban tapados en la calle por sendas sábanas.  El pesimista descubrió una potente moto japonesa y empezó a gritar y llorar a su padre: “¡Tú lo que quieres es que me mate!”  El optimista destapó un enorme excremento y empezó a bailar, loco de alegría.   - “¿Qué celebras, idiota?”, le preguntó su hermano.   A lo que el optimista contestó: “Si aquí hay este excremento es que enseguida viene mi caballo”.

Un hombre que tenía dos hijos de signo opuesto, uno muy optimista y el otro muy pesimista, siguió el consejo de un amigo de dar a cada uno por su 18º cumpleaños un obsequio muy distinto: algo fabuloso para el pesimista y algo horrible para el optimista. Tal vez así se equilibrarían los estados de ánimo, opinaba el amigo.

Llegado el día, el padre hizo salir a los chicos a ver los dos regalos que estaban tapados en la calle por sendas sábanas.

El pesimista descubrió una potente moto japonesa y empezó a gritar y llorar a su padre: “¡Tú lo que quieres es que me mate!”

El optimista destapó un enorme excremento y empezó a bailar, loco de alegría. 

- “¿Qué celebras, idiota?”, le preguntó su hermano. 

A lo que el optimista contestó: “Si aquí hay este excremento es que enseguida viene mi caballo”.

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