Había una vez dos niños que patinaban sobre una laguna helada. Era una tarde nublada y fría, pero los niños jugaban sin preocupación. De pronto, el hielo se reventó y uno de los niños cayó al agua, quedando atrapado. El otro niño, viendo que su amigo se ahogaba bajo el hielo, tomó una piedra y empezó a golpear con todas sus fuerzas hasta que logró romper la helada capa, agarró a su amigo y lo salvó.
Cuando llegaron los bomberos y vieron lo que había sucedido, se preguntaban cómo lo hizo, pues el hielo era muy grueso.
- “Es imposible que lo haya podido romper con esa piedra y sus manos tan pequeñas”, afirmaban.
En ese instante apareció un anciano y dijo:
- “Yo sé cómo lo hizo”.
- “¿Cómo?”
- “No había nadie a su alrededor para decirle que no podía hacerlo”.
Recopilación de cuentos populares que invitan a reflexionar sobre diversas cuestiones.
lunes, 30 de noviembre de 2015
domingo, 29 de noviembre de 2015
LA TIENDA DE LA VERDAD
El hombre caminaba paseando por aquellas pequeñas callecitas de la ciudad provinciana. Tenía tiempo y entonces se detenía algunos instantes en cada vidriera, en cada negocio, en cada plaza. Al dar vuelta una esquina se encontró de pronto frente a un modesto local cuya marquesina estaba en blanco.
Intrigado se acercó a la vidriera, y arrimó la cara al cristal para poder mirar dentro del oscuro escaparate. En el interior solamente se veía un atril que sostenía un cartelito escrito a mano que anunciaba: "TIENDA DE LA VERDAD".
El hombre estaba sorprendido. Pensó era un nombre de fantasía, pero no pudo imaginar qué vendían. Entró. Se acercó a la señorita que estaba en el primer mostrador y preguntó:
- "Perdón, ¿ésta es la tienda de la verdad?"
- "Sí, señor. ¿Qué tipo de verdad anda buscando, verdad parcial, verdad relativa, verdad estadística, verdad completa?"
Así que aquí vendían verdad. Nunca se había imaginado que esto era posible: llegar a un lugar y llevarse la verdad, era maravilloso.
- "Verdad completa", contestó el hombre sin dudarlo. "Estoy tan cansado de mentiras y falsificaciones", pensó,"no quiero más generalizaciones ni justificaciones, engaños ni defraudaciones".
- "¡Verdad plena!", ratificó.
- "Bien, señor, sígame"
La señorita acompañó al cliente a otro sector y, señalando a un vendedor de rostro muy adusto, le dijo:
- "El señor lo va a atender"
El vendedor se acercó y espero que el hombre hablara.
- "Vengo a comprar la verdad completa"
- "¡Ahá!... perdón, ¿el señor sabe el precio?"
- "No, ¿cuál es?", contestó rutinariamente. En realidad , él sabia que estaba dispuesto a pagar lo que fuera por toda la verdad.
- "Si usted se la lleva", dijo el vendedor, "el precio es que nunca más podrá estar en paz"
Un frío corrió por la espalda del hombre, nunca se había imaginado que el precio fuera tan grande.
- "Gra..gracias, disculpe", balbuceó.
Se dio vuelta y salió del negocio mirando el piso.Se sintió un poco triste al darse cuenta de que todavía no estaba preparado para la verdad absoluta, de que todavía necesitaba algunas mentiras donde encontrar descanso, algunos mitos e idealizaciones en los cuales refugiarse, algunas justificaciones para no tener que enfrentarse consigo mismo.
- "Quizás más adelante", pensó.
Intrigado se acercó a la vidriera, y arrimó la cara al cristal para poder mirar dentro del oscuro escaparate. En el interior solamente se veía un atril que sostenía un cartelito escrito a mano que anunciaba: "TIENDA DE LA VERDAD".
El hombre estaba sorprendido. Pensó era un nombre de fantasía, pero no pudo imaginar qué vendían. Entró. Se acercó a la señorita que estaba en el primer mostrador y preguntó:
- "Perdón, ¿ésta es la tienda de la verdad?"
- "Sí, señor. ¿Qué tipo de verdad anda buscando, verdad parcial, verdad relativa, verdad estadística, verdad completa?"
Así que aquí vendían verdad. Nunca se había imaginado que esto era posible: llegar a un lugar y llevarse la verdad, era maravilloso.
- "Verdad completa", contestó el hombre sin dudarlo. "Estoy tan cansado de mentiras y falsificaciones", pensó,"no quiero más generalizaciones ni justificaciones, engaños ni defraudaciones".
- "¡Verdad plena!", ratificó.
- "Bien, señor, sígame"
La señorita acompañó al cliente a otro sector y, señalando a un vendedor de rostro muy adusto, le dijo:
- "El señor lo va a atender"
El vendedor se acercó y espero que el hombre hablara.
- "Vengo a comprar la verdad completa"
- "¡Ahá!... perdón, ¿el señor sabe el precio?"
- "No, ¿cuál es?", contestó rutinariamente. En realidad , él sabia que estaba dispuesto a pagar lo que fuera por toda la verdad.
- "Si usted se la lleva", dijo el vendedor, "el precio es que nunca más podrá estar en paz"
Un frío corrió por la espalda del hombre, nunca se había imaginado que el precio fuera tan grande.
- "Gra..gracias, disculpe", balbuceó.
Se dio vuelta y salió del negocio mirando el piso.Se sintió un poco triste al darse cuenta de que todavía no estaba preparado para la verdad absoluta, de que todavía necesitaba algunas mentiras donde encontrar descanso, algunos mitos e idealizaciones en los cuales refugiarse, algunas justificaciones para no tener que enfrentarse consigo mismo.
- "Quizás más adelante", pensó.
viernes, 27 de noviembre de 2015
VACÍA TU TAZA
Según una vieja leyenda, un famoso guerrero va de visita a la casa de un maestro Zen. Al llegar se presenta a éste, contándole de todos los títulos y aprendizajes que ha obtenido en años de sacrificados y largos estudios.
Después de tan sesuda presentación, le explica que ha venido a verlo para que le enseñe los secretos del conocimiento Zen.
Por toda respuesta el maestro se limita a invitarlo a sentarse y ofrecerle una taza de té.
Aparentemente distraído, sin dar muestras de mayor preocupación, el maestro vierte té en la taza del guerrero, y continúa vertiendo té aún después de que la taza está llena.
Consternado, el guerrero le advierte al maestro que la taza ya está llena, y que el té se escurre por la mesa.
El maestro le responde con tranquilidad:
- "Exactamente señor. Usted ya viene con la taza llena, ¿cómo podría usted aprender algo?"
Ante la expresión incrédula del guerrero el maestro enfatizó:
- "A menos que su taza esté vacía, no podrá aprender nada"
Después de tan sesuda presentación, le explica que ha venido a verlo para que le enseñe los secretos del conocimiento Zen.
Por toda respuesta el maestro se limita a invitarlo a sentarse y ofrecerle una taza de té.
Aparentemente distraído, sin dar muestras de mayor preocupación, el maestro vierte té en la taza del guerrero, y continúa vertiendo té aún después de que la taza está llena.
Consternado, el guerrero le advierte al maestro que la taza ya está llena, y que el té se escurre por la mesa.
El maestro le responde con tranquilidad:
- "Exactamente señor. Usted ya viene con la taza llena, ¿cómo podría usted aprender algo?"
Ante la expresión incrédula del guerrero el maestro enfatizó:
- "A menos que su taza esté vacía, no podrá aprender nada"
jueves, 26 de noviembre de 2015
LAS TRES PIPAS
Una vez un miembro de la tribu se presentó furioso ante su jefe para informarle que estaba decidido a tomar venganza de un enemigo que lo había ofendido gravemente.
¡Quería ir inmediatamente y matarlo sin piedad!
El jefe lo escuchó atentamente y luego le propuso que fuera a hacer lo que tenía pensado, pero, antes de hacerlo, llenara su pipa de tabaco y la fumara con calma al pie del árbol sagrado del pueblo.
El hombre cargó su pipa y fue a sentarse bajo la copa del gran árbol.
Tardó una hora en terminar la pipa. Luego sacudió las cenizas y decidió volver a hablar con el jefe para decirle que lo había pensado mejor, que era excesivo matar a su enemigo pero que sí le daría una paliza memorable para que nunca se olvidara de la ofensa.
Nuevamente el anciano lo escuchó y aprobó su decisión, pero le ordenó que, ya que había cambiado de parecer, llenara otra vez la pipa y fuera a fumarla al mismo lugar.
También esta vez el hombre cumplió su encargo y gastó media hora meditando.
Después regresó a donde estaba el cacique y le dijo que consideraba excesivo castigar físicamente a su enemigo, pero que iría a echarle en cara su mala acción y le haría pasar vergüenza delante de todos.
Como siempre, fue escuchado con bondad, pero el anciano volvió a ordenarle que repitiera su meditación como lo había hecho las veces anteriores.
El hombre medio molesto pero ya mucho más sereno, se dirigió al árbol centenario y allí sentado fue convirtiendo en humo, su tabaco y su bronca.
Cuando terminó, volvió al jefe y le dijo:
- “Pensándolo mejor, veo que la cosa no es para tanto. Iré donde me espera mi agresor para darle un abrazo. Así recuperaré un amigo que seguramente se arrepentirá de lo que ha hecho”.
El jefe le regaló dos cargas de tabaco para que fueran a fumar juntos al pie del árbol, diciéndole:
- “Eso es precisamente lo que tenía que pedirte, pero no podía decírtelo yo; era necesario darte tiempo para que lo descubrieras ti mismo”.
Leyenda india
¡Quería ir inmediatamente y matarlo sin piedad!
El jefe lo escuchó atentamente y luego le propuso que fuera a hacer lo que tenía pensado, pero, antes de hacerlo, llenara su pipa de tabaco y la fumara con calma al pie del árbol sagrado del pueblo.
El hombre cargó su pipa y fue a sentarse bajo la copa del gran árbol.
Tardó una hora en terminar la pipa. Luego sacudió las cenizas y decidió volver a hablar con el jefe para decirle que lo había pensado mejor, que era excesivo matar a su enemigo pero que sí le daría una paliza memorable para que nunca se olvidara de la ofensa.
Nuevamente el anciano lo escuchó y aprobó su decisión, pero le ordenó que, ya que había cambiado de parecer, llenara otra vez la pipa y fuera a fumarla al mismo lugar.
También esta vez el hombre cumplió su encargo y gastó media hora meditando.
Después regresó a donde estaba el cacique y le dijo que consideraba excesivo castigar físicamente a su enemigo, pero que iría a echarle en cara su mala acción y le haría pasar vergüenza delante de todos.
Como siempre, fue escuchado con bondad, pero el anciano volvió a ordenarle que repitiera su meditación como lo había hecho las veces anteriores.
El hombre medio molesto pero ya mucho más sereno, se dirigió al árbol centenario y allí sentado fue convirtiendo en humo, su tabaco y su bronca.
Cuando terminó, volvió al jefe y le dijo:
- “Pensándolo mejor, veo que la cosa no es para tanto. Iré donde me espera mi agresor para darle un abrazo. Así recuperaré un amigo que seguramente se arrepentirá de lo que ha hecho”.
El jefe le regaló dos cargas de tabaco para que fueran a fumar juntos al pie del árbol, diciéndole:
- “Eso es precisamente lo que tenía que pedirte, pero no podía decírtelo yo; era necesario darte tiempo para que lo descubrieras ti mismo”.
Leyenda india
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miércoles, 25 de noviembre de 2015
LAS PUERTAS DEL CIELO - acerca de la verdadera amistad
Un hombre, su caballo y su perro iban por una carretera. Cuando pasaban cerca de un árbol enorme cayó un rayo y los tres murieron fulminados. Pero el hombre no se dio cuenta de que ya había abandonado este mundo, y prosiguió su camino con sus dos animales (a veces los muertos andan un cierto tiempo antes de ser conscientes de su nueva condición...).
La carretera era muy larga y colina arriba. El sol era muy intenso, y ellos estaban sudados y sedientos. En una curva del camino vieron un magnífico portal de mármol, que conducía a una plaza pavimentada con adoquines de oro. El caminante se dirigió al hombre que custodiaba la entrada y entabló, con él, el siguiente diálogo:
- “Buenos días.”
- “Buenos días”, respondió el guardián.
- “¿Cómo se llama este lugar tan bonito?”
- “Esto es el Cielo.”
- “¡Qué bien que hayamos llegado al Cielo, porque estamos sedientos!”
- “Usted puede entrar y beber tanta agua como quiera. Y el guardián señaló la fuente.”
- “Pero mi caballo y mi perro también tienen sed...”
- “Lo siento mucho”, dijo el guardián, “pero aquí no se permite la entrada a los animales.”
El hombre se levantó con gran disgusto, puesto que tenía muchísima sed, pero no pensaba beber solo. Dio las gracias al guardián y siguió adelante.
Después de caminar un buen rato cuesta arriba, ya exhaustos los tres, llegaron a otro sitio, cuya entrada estaba marcada por una puerta vieja que daba a un camino de tierra rodeado de árboles. A la sombra de uno de los árboles había un hombre echado, con la cabeza cubierta por un sombrero. Posiblemente dormía.
- “Buenos días”, dijo el caminante.
El hombre respondió con un gesto de la cabeza.
- “Tenemos mucha sed, mi caballo, mi perro y yo.”
- “Hay una fuente entre aquellas rocas”, dijo el hombre, indicando el lugar. “Podéis beber tanta agua como queráis.”
El hombre, el caballo y el perro fueron a la fuente y calmaron su sed. El caminante volvió atrás para dar las gracias al hombre.
- “Podéis volver siempre que queráis”, le respondió éste.
- “A propósito ¿cómo se llama este lugar?”, preguntó el hombre.
- “El Cielo.”
- “¿El Cielo? ¡Pero si el guardián del portal de mármol me ha dicho que aquello era el Cielo!”
- “Aquello no era el Cielo. Era el Infierno”, contestó el guardián.
El caminante quedó perplejo.
- “¡Deberíais prohibir que utilicen vuestro nombre! ¡Esta información falsa debe provocar grandes confusiones!”, advirtió el caminante.
- “¡De ninguna manera!”, increpó el hombre. “En realidad, nos hacen un gran favor, porque allí se quedan todos los que son capaces de abandonar a sus mejores amigos.”
Paulo Coelho
La carretera era muy larga y colina arriba. El sol era muy intenso, y ellos estaban sudados y sedientos. En una curva del camino vieron un magnífico portal de mármol, que conducía a una plaza pavimentada con adoquines de oro. El caminante se dirigió al hombre que custodiaba la entrada y entabló, con él, el siguiente diálogo:
- “Buenos días.”
- “Buenos días”, respondió el guardián.
- “¿Cómo se llama este lugar tan bonito?”
- “Esto es el Cielo.”
- “¡Qué bien que hayamos llegado al Cielo, porque estamos sedientos!”
- “Usted puede entrar y beber tanta agua como quiera. Y el guardián señaló la fuente.”
- “Pero mi caballo y mi perro también tienen sed...”
- “Lo siento mucho”, dijo el guardián, “pero aquí no se permite la entrada a los animales.”
El hombre se levantó con gran disgusto, puesto que tenía muchísima sed, pero no pensaba beber solo. Dio las gracias al guardián y siguió adelante.
Después de caminar un buen rato cuesta arriba, ya exhaustos los tres, llegaron a otro sitio, cuya entrada estaba marcada por una puerta vieja que daba a un camino de tierra rodeado de árboles. A la sombra de uno de los árboles había un hombre echado, con la cabeza cubierta por un sombrero. Posiblemente dormía.
- “Buenos días”, dijo el caminante.
El hombre respondió con un gesto de la cabeza.
- “Tenemos mucha sed, mi caballo, mi perro y yo.”
- “Hay una fuente entre aquellas rocas”, dijo el hombre, indicando el lugar. “Podéis beber tanta agua como queráis.”
El hombre, el caballo y el perro fueron a la fuente y calmaron su sed. El caminante volvió atrás para dar las gracias al hombre.
- “Podéis volver siempre que queráis”, le respondió éste.
- “A propósito ¿cómo se llama este lugar?”, preguntó el hombre.
- “El Cielo.”
- “¿El Cielo? ¡Pero si el guardián del portal de mármol me ha dicho que aquello era el Cielo!”
- “Aquello no era el Cielo. Era el Infierno”, contestó el guardián.
El caminante quedó perplejo.
- “¡Deberíais prohibir que utilicen vuestro nombre! ¡Esta información falsa debe provocar grandes confusiones!”, advirtió el caminante.
- “¡De ninguna manera!”, increpó el hombre. “En realidad, nos hacen un gran favor, porque allí se quedan todos los que son capaces de abandonar a sus mejores amigos.”
Paulo Coelho
lunes, 23 de noviembre de 2015
SOY LA NADA - Acerca de tener una misión en la vida
Soy la nada, mi centro no existe, no tengo fronteras, no tengo ni principio ni final, soy un hueco que no tiene fondo, con nada se me logra llenar, me apodero de los seres humanos, mujeres, hombres, de todos las edades, le doy espacio siempre a mi entrañable compañero que siempre viene conmigo, el aburrimiento, nos apoderamos del alma humana, lo sumergimos en el alcoholismo, las drogas y cuando logramos poseerla totalmente la llevamos hasta el suicidio.
Soy la nada, el infierno del vació, de las vidas que me apodero les doy un sin sentido, logro llevarlas a la tumba con el epitafio "nació, vivió y murió y nunca supo para que existió" , hago que los seres humanos transiten por una carretera sin destino y algunos con tanta prisa que sin saber a donde quieren llegar, quieren llegar lo antes posible, me convierto en descontento, insatisfacción, tristeza, nostalgia, devalúo, destruyo la autoestima, hago gente miedosa y cobarde, cada mediocre es tierra fértil, hago germinar el rencor y la envidia, que anhelen lo mejor a cambio de nada así he transitado a lo largo de la historia, mi mayores logros son seres que mueren sin haber nunca despertado, soy la mejor contribuyente de la inutilidad del ser.
Mi única enemiga mortal es la misión, cuando ella se apodera de los seres humanos les da un porque vivir, es un estrella que me aniquila con su luz, ella posee luz propia, encausa a la gente a luchar, a entregan su vida por un ideal, lleva a las almas a los extremos de amar a seres que ni conoce, lleva como compañeras inseparables la pasión y el compromiso, hace milagros convirtiendo lo invisible en realidad, fundan empresas, vencen enfermedades, liberan pueblos, descubren planetas, llegan a extremos de dar vida a quienes están condenados a morir, consuelan, alivian, producen un océano de satisfacciones, sus mayores logros es la realización y la trascendencia, cuando ella llega yo tengo que huir, esa alma ha encontrado un porque existir, forja seres invencibles que cuando mueren su epitafio es, simplemente murió nunca fue vencido.
los líderes de excelencia tiene una misión, una razón existencial, un sueño por realizar, entregan sus dones al servicio de una causa, tienen a quienes amar, son capaces de morir por un ideal, a ellos se debe el progreso humano, son co-creadores de la creación, son los pilares de la humanidad.
Miguel Angel Cornejo
sábado, 21 de noviembre de 2015
SOMOS COMO PIEDRAS - Sobre como la vida nos transforma
Los seres humanos son como aquellas piedras que van en una corriente tratando de llegar al océano grande. Comienzan su andar desde el punto en que se inicia la corriente...
Cuando empiezan son toscas, tienen picos, son deformes y nadie les encuentra belleza alguna. Sin embargo, al ir en la corriente, el movimiento y la fricción las va limando, las va puliendo, hasta que finalmente llegan a donde la corriente es tranquila y suave...
Entonces las piedras toscas ya se pulieron, están redonditas y brillantes y todos las quieren coleccionar, sin embargo aun no están acabadas, siguen siendo piedras y algún día mostraran toda la belleza que guardan.
Así es el hombre... en la corriente de la vida, se encuentra con seres humanos que con sus picos, con sus defectos, aparentemente lastimará al que va al lado de él en la corriente...
Por el contrario, ese aparente roce doloroso sólo es una manera de pulir aquel pico que sobresale, y el rozamiento sólo es el medio para que, cuando lleguemos donde la corriente es suave, mostremos la belleza que guardamos.
Sin embargo, aún seguimos siendo seres humanos y algún día mostraremos la verdadera belleza que cada uno lleva.
Cuando empiezan son toscas, tienen picos, son deformes y nadie les encuentra belleza alguna. Sin embargo, al ir en la corriente, el movimiento y la fricción las va limando, las va puliendo, hasta que finalmente llegan a donde la corriente es tranquila y suave...
Entonces las piedras toscas ya se pulieron, están redonditas y brillantes y todos las quieren coleccionar, sin embargo aun no están acabadas, siguen siendo piedras y algún día mostraran toda la belleza que guardan.
Así es el hombre... en la corriente de la vida, se encuentra con seres humanos que con sus picos, con sus defectos, aparentemente lastimará al que va al lado de él en la corriente...
Por el contrario, ese aparente roce doloroso sólo es una manera de pulir aquel pico que sobresale, y el rozamiento sólo es el medio para que, cuando lleguemos donde la corriente es suave, mostremos la belleza que guardamos.
Sin embargo, aún seguimos siendo seres humanos y algún día mostraremos la verdadera belleza que cada uno lleva.
viernes, 20 de noviembre de 2015
LAS MEJORES SEMILLAS
Un empresario agricultor, de poco estudio, participaba todos los años en la principal feria de agricultura de su ciudad. Lo más extraordinario es que él siempre ganaba año tras año, el trofeo: maíz del año. Entraba con su maíz en la feria y salía con la faja azul recubriendo su pecho. Su maíz era cada vez mejor.
En una ocasión de esas, un reportero de televisión abordó al agricultor después de la tradicional colocación de la faja de campeón. Él quedó muy intrigado con la revelación del agricultor, de como acostumbraba a cultivar su calificado y valioso producto. El reportero descubrió que el agricultor compartía buena parte de las mejores semillas de su plantación de maíz con sus vecinos.
- "¿Cómo puede usted compartir sus mejores semillas con sus vecinos, cuando ellos están compitiendo directamente con usted?"
El agricultor respondió:
- "¿Usted no sabe? ¡Es simple!. El viento recoge el polen del maíz maduro y lo lleva de campo en campo. Si mis vecinos cultivaran maíz inferior al mío, la polinización degradaría continuamente la calidad de mi maíz. Si yo quiero cultivar maíz bueno, tengo que ayudarlos a cultivar el mejor maíz, cediendo a ellos las mejores semillas."
En una ocasión de esas, un reportero de televisión abordó al agricultor después de la tradicional colocación de la faja de campeón. Él quedó muy intrigado con la revelación del agricultor, de como acostumbraba a cultivar su calificado y valioso producto. El reportero descubrió que el agricultor compartía buena parte de las mejores semillas de su plantación de maíz con sus vecinos.
- "¿Cómo puede usted compartir sus mejores semillas con sus vecinos, cuando ellos están compitiendo directamente con usted?"
El agricultor respondió:
- "¿Usted no sabe? ¡Es simple!. El viento recoge el polen del maíz maduro y lo lleva de campo en campo. Si mis vecinos cultivaran maíz inferior al mío, la polinización degradaría continuamente la calidad de mi maíz. Si yo quiero cultivar maíz bueno, tengo que ayudarlos a cultivar el mejor maíz, cediendo a ellos las mejores semillas."
miércoles, 18 de noviembre de 2015
LAS MANOS DE DURERO- Acerca del sacrificio personal
En el siglo XV, en una pequeña aldea cercana a Nürenberg, vivía una familia con varios hijos. Para poner pan en la mesa para todos, el padre trabajaba casi 18 horas diarias en las minas de carbón, y en cualquier otra cosa que se presentara. Dos de sus hijos tenían un sueño: querían dedicarse a la pintura. Pero sabían que su padre jamás podría enviar a ninguno de ellos a estudiar a la Academia. Después de muchas noches de conversaciones calladas, los dos hermanos llegaron a un acuerdo. Lanzarían al aire una moneda, y el perdedor trabajaría en las minas para pagar los estudios al que ganara... Al terminar los estudios, el ganador pagaría entonces los estudios al que quedara en casa con la venta de sus obras. Así, los dos hermanos podrían ser artistas.
Lanzaron al aire la moneda un domingo al salir de la iglesia. Uno de ellos llamado Albrecht Durero, ganó y se fue a estudiar a Nüremberg. Entonces, el otro hermano, comenzó el peligroso trabajo en las minas, donde permaneció durante los siguientes cuatro años para sufragar los estudios de su hermano, que desde el primer momento fue toda una sensación en la Academia. Los grabados de Albretch, sus tallados y sus óleos llegaron a ser mucho mejores que los de muchos de sus profesores, y para el momento de su graduación, ya había comenzado a ganar considerables sumas con las ventas de su arte.
Cuando el joven artista regresó a su aldea, la familia Durero se reunió para una cena festiva en su honor. Al finalizar la memorable velada, Albretch se puso de pie en su lugar de honor en la mesa, y propuso un brindis por su hermano querido, que tanto se había sacrificado trabajando en las minas para hacer sus estudios una realidad. Y dijo:
- “Ahora, hermano mío, es tu turno. Ahora puedes ir a Nüremberg a perseguir tus sueños, que yo me haré cargo de todos tus gastos."
Todos los ojos se volvieron llenos de expectativa hacia el rincón de la mesa que ocupaba su hermano. Pero éste, con el rostro empapado en lágrimas, se puso en pie y dijo suavemente:
- “No, hermano, no puedo ir a Nüremberg. Es muy tarde para mí. Estos cuatro años de trabajo en las minas han destruido mis manos. Cada hueso de mis dedos de ha roto al menos una vez, y la artritis en mi mano derecha ha avanzado tanto que hasta me costó trabajo levantar la copa durante tu brindis. No podría trabajar con delicadas líneas el compás o el pergamino, y no podría manejar la pluma ni el pincel. No, hermano, para mí ya es tarde. Pero soy feliz de que mis manos deformes hayan servido para que las tuyas ahora hayan cumplido su sueño.”
Más de 450 años han pasado desde ese día. Hoy los grabados, óleos, acuarelas, tallas y demás obras de Albretch Durero pueden ser vistos en museos alrededor de todo el mundo. Pero seguramente usted, como la mayoría de las personas, sólo recuerde uno. Seguramente hasta tenga uno en su oficina o en su casa. Es el que un día, para rendir homenaje al sacrificio de su hermano, Albretch Durero dibujó las manos maltratadas de su hermano, con las palmas unidas y los dedos apuntando al cielo. Llamó a esta poderosa obra simplemente “manos” pero el mundo entero abrió de inmediato su corazón a su obra de arte y se le cambió el nombre por el de “manos que oran”.
La próxima vez que veas una copia de esa obra, mírala bien. Y ojalá que sirva para que, cuando te sientas demasiado orgulloso de lo que haces, y muy pagado de ti mismo, recuerdes que en la vida ¡nadie nunca triunfa sólo!.
Lanzaron al aire la moneda un domingo al salir de la iglesia. Uno de ellos llamado Albrecht Durero, ganó y se fue a estudiar a Nüremberg. Entonces, el otro hermano, comenzó el peligroso trabajo en las minas, donde permaneció durante los siguientes cuatro años para sufragar los estudios de su hermano, que desde el primer momento fue toda una sensación en la Academia. Los grabados de Albretch, sus tallados y sus óleos llegaron a ser mucho mejores que los de muchos de sus profesores, y para el momento de su graduación, ya había comenzado a ganar considerables sumas con las ventas de su arte.
Cuando el joven artista regresó a su aldea, la familia Durero se reunió para una cena festiva en su honor. Al finalizar la memorable velada, Albretch se puso de pie en su lugar de honor en la mesa, y propuso un brindis por su hermano querido, que tanto se había sacrificado trabajando en las minas para hacer sus estudios una realidad. Y dijo:
- “Ahora, hermano mío, es tu turno. Ahora puedes ir a Nüremberg a perseguir tus sueños, que yo me haré cargo de todos tus gastos."
Todos los ojos se volvieron llenos de expectativa hacia el rincón de la mesa que ocupaba su hermano. Pero éste, con el rostro empapado en lágrimas, se puso en pie y dijo suavemente:
- “No, hermano, no puedo ir a Nüremberg. Es muy tarde para mí. Estos cuatro años de trabajo en las minas han destruido mis manos. Cada hueso de mis dedos de ha roto al menos una vez, y la artritis en mi mano derecha ha avanzado tanto que hasta me costó trabajo levantar la copa durante tu brindis. No podría trabajar con delicadas líneas el compás o el pergamino, y no podría manejar la pluma ni el pincel. No, hermano, para mí ya es tarde. Pero soy feliz de que mis manos deformes hayan servido para que las tuyas ahora hayan cumplido su sueño.”
Más de 450 años han pasado desde ese día. Hoy los grabados, óleos, acuarelas, tallas y demás obras de Albretch Durero pueden ser vistos en museos alrededor de todo el mundo. Pero seguramente usted, como la mayoría de las personas, sólo recuerde uno. Seguramente hasta tenga uno en su oficina o en su casa. Es el que un día, para rendir homenaje al sacrificio de su hermano, Albretch Durero dibujó las manos maltratadas de su hermano, con las palmas unidas y los dedos apuntando al cielo. Llamó a esta poderosa obra simplemente “manos” pero el mundo entero abrió de inmediato su corazón a su obra de arte y se le cambió el nombre por el de “manos que oran”.
La próxima vez que veas una copia de esa obra, mírala bien. Y ojalá que sirva para que, cuando te sientas demasiado orgulloso de lo que haces, y muy pagado de ti mismo, recuerdes que en la vida ¡nadie nunca triunfa sólo!.
DEJANDO HUELLAS- Acerca de nuestro legado...
Martín había vivido gran parte de su vida con intensidad y gozo. De alguna manera su intuición lo había guiado cuando su inteligencia fallaba en mostrarle el mejor camino. Casi todo el tiempo se sentía en paz y feliz; ensombrecía su ánimo, algunas veces, esa sensación de estar demasiado en función de sí mismo. Él había aprendido a hacerse cargo de sí y se amaba suficientemente como para intentar procurarse las mejores cosas. Sabía que hacía todo lo posible para cuidarse de no dañar a los demás, especialmente a aquellos de sus afectos. Quizás por eso le dolían tanto los señalamientos injustos, la envidia de los otros o las acusaciones de egoísta que recogía demasiado frecuentemente de boca de extraños y conocidos.
¿Alcanzaba para darle significado a su vida la búsqueda de su propio placer? ¿Soportaba él mismo definirse como un hedonista centrando su existencia en su satisfacción individual? ¿Cómo armonizar estos sentimientos de goce personal con sus concepciones éticas, con sus creencias religiosas, con todo lo que había aprendido de sus mayores? ¿Qué sentido tenía una vida que sólo se significaba a sí misma? Ese día, más que otros, esos pensamientos lo abrumaron.
Quizás debía irse. Partir. Dejar lo que tenía en manos de los otros. Repartir lo cosechado y dejarlo de legado para, aunque sea en ausencia, ser en los demás un buen recuerdo. En otro país, en otro pueblo, en otro lugar, con otra gente podría empezar de nuevo. Una vida diferente, una vida de servicio a los demás, una vida solidaria. Debía tomarse el tiempo de reflexionar sobre su presente y sobre su futuro.
Martín puso unas pocas cosas en su mochila y partió en dirección al monte. Le habían contado del silencio de la cima y de cómo la vista del valle fértil ayudaba a poner en orden los pensamientos de quien hasta allí llegaba.
En el punto más alto del monte giró para mirar su ciudad quizás por última vez. Atardecía y el poblado se veía hermoso desde allí.
- "Por un peso te alquilo el catalejo. "
Era la voz de un viejo que apareció desde la nada con un pequeño telescopio plegable entre sus manos y que ahora le ofrecía con una mano mientras con la otra, tendida hacia arriba, reclamaba su moneda. Martín encontró en su bolsillo la moneda buscada y se la dio al viejo, que desplegó el catalejo y se lo alcanzó. Después de un rato de mirar consiguió ubicar su barrio, la plaza y hasta la escuela frente a ella. Algo le llamó la atención. Un punto dorado brillaba intensamente en el patio del antiguo edificio. Martín separó sus ojos del lente, parpadeó algunas veces y volvió a mirar. El punto dorado seguía allí.
- "¡Qué raro!", exclamó Martín sin darse cuenta de que hablaba en voz alta.
- "¿Qué es lo raro?", preguntó el viejo.
- "El punto brillante", dijo Martín, "ahí en el patio de la escuela", siguió, alcanzándole al viejo el telescopio para que viera lo que él veía.
- "Son huellas", dijo el anciano.
- "¿Qué huellas?", preguntó Martín.
- "¿Te acuerdas de aquel día...? Debías tener siete años; tu amigo de la infancia, Javier, lloraba desconsolado en ese patio de la escuela. Su madre le había dado unas monedas para comprar un lápiz para el primer día de clases. Él había perdido el dinero y lloraba a mares", contestó el viejo.
Y después de una pausa siguió:
- "¿Te acuerdas de lo que hiciste? Tenías un lápiz nuevecito que estrenarías ese día. Te arrimaste al portón de entrada y cortaste el lápiz en dos partes iguales, sacaste punta a la mitad cortada y le diste el nuevo lápiz a Javier."
- "No me acordaba", dijo Martín. "Pero eso ¿qué tiene que ver con el punto brillante?"
- "Javier nunca olvidó ese gesto y ese recuerdo se volvió importante en su vida."
- "¿Y?"
- "Hay acciones en la vida de uno que dejan huellas en la vida de otros", explicó el viejo, "las acciones que contribuyen al desarrollo de los demás quedan marcadas como huellas doradas."
Volvió a mirar por el telescopio y vio otro punto brillante en la vereda a la salida del colegio.
- "Ese es el día que saliste a defender a Pancho, ¿te acuerdas? Volviste a casa con un ojo morado y un bolsillo del guardapolvo arrancado."
Martín miraba la ciudad.
- "Ese que está ahí en el centro", siguió el viejo, "es el trabajo que le conseguiste a Don Pedro cuando lo despidieron de la fábrica...y el otro, el de la derecha, es la huella de aquella vez que juntaste el dinero que hacía falta para la operación del hijo de Ramírez... las huellas esas que salen a la izquierda son de cuando volviste del viaje porque la madre de tu amigo Juan había muerto y quisiste estar con él."
Apartó la vista del telescopio y, sin necesidad de él, empezó a ver cómo miles de puntos dorados aparecían desparramados por toda la ciudad. Al terminar de ocultarse el sol, todo el pueblo parecía iluminado por sus huellas doradas.
¿Alcanzaba para darle significado a su vida la búsqueda de su propio placer? ¿Soportaba él mismo definirse como un hedonista centrando su existencia en su satisfacción individual? ¿Cómo armonizar estos sentimientos de goce personal con sus concepciones éticas, con sus creencias religiosas, con todo lo que había aprendido de sus mayores? ¿Qué sentido tenía una vida que sólo se significaba a sí misma? Ese día, más que otros, esos pensamientos lo abrumaron.
Quizás debía irse. Partir. Dejar lo que tenía en manos de los otros. Repartir lo cosechado y dejarlo de legado para, aunque sea en ausencia, ser en los demás un buen recuerdo. En otro país, en otro pueblo, en otro lugar, con otra gente podría empezar de nuevo. Una vida diferente, una vida de servicio a los demás, una vida solidaria. Debía tomarse el tiempo de reflexionar sobre su presente y sobre su futuro.
Martín puso unas pocas cosas en su mochila y partió en dirección al monte. Le habían contado del silencio de la cima y de cómo la vista del valle fértil ayudaba a poner en orden los pensamientos de quien hasta allí llegaba.
En el punto más alto del monte giró para mirar su ciudad quizás por última vez. Atardecía y el poblado se veía hermoso desde allí.
- "Por un peso te alquilo el catalejo. "
Era la voz de un viejo que apareció desde la nada con un pequeño telescopio plegable entre sus manos y que ahora le ofrecía con una mano mientras con la otra, tendida hacia arriba, reclamaba su moneda. Martín encontró en su bolsillo la moneda buscada y se la dio al viejo, que desplegó el catalejo y se lo alcanzó. Después de un rato de mirar consiguió ubicar su barrio, la plaza y hasta la escuela frente a ella. Algo le llamó la atención. Un punto dorado brillaba intensamente en el patio del antiguo edificio. Martín separó sus ojos del lente, parpadeó algunas veces y volvió a mirar. El punto dorado seguía allí.
- "¡Qué raro!", exclamó Martín sin darse cuenta de que hablaba en voz alta.
- "¿Qué es lo raro?", preguntó el viejo.
- "El punto brillante", dijo Martín, "ahí en el patio de la escuela", siguió, alcanzándole al viejo el telescopio para que viera lo que él veía.
- "Son huellas", dijo el anciano.
- "¿Qué huellas?", preguntó Martín.
- "¿Te acuerdas de aquel día...? Debías tener siete años; tu amigo de la infancia, Javier, lloraba desconsolado en ese patio de la escuela. Su madre le había dado unas monedas para comprar un lápiz para el primer día de clases. Él había perdido el dinero y lloraba a mares", contestó el viejo.
Y después de una pausa siguió:
- "¿Te acuerdas de lo que hiciste? Tenías un lápiz nuevecito que estrenarías ese día. Te arrimaste al portón de entrada y cortaste el lápiz en dos partes iguales, sacaste punta a la mitad cortada y le diste el nuevo lápiz a Javier."
- "No me acordaba", dijo Martín. "Pero eso ¿qué tiene que ver con el punto brillante?"
- "Javier nunca olvidó ese gesto y ese recuerdo se volvió importante en su vida."
- "¿Y?"
- "Hay acciones en la vida de uno que dejan huellas en la vida de otros", explicó el viejo, "las acciones que contribuyen al desarrollo de los demás quedan marcadas como huellas doradas."
Volvió a mirar por el telescopio y vio otro punto brillante en la vereda a la salida del colegio.
- "Ese es el día que saliste a defender a Pancho, ¿te acuerdas? Volviste a casa con un ojo morado y un bolsillo del guardapolvo arrancado."
Martín miraba la ciudad.
- "Ese que está ahí en el centro", siguió el viejo, "es el trabajo que le conseguiste a Don Pedro cuando lo despidieron de la fábrica...y el otro, el de la derecha, es la huella de aquella vez que juntaste el dinero que hacía falta para la operación del hijo de Ramírez... las huellas esas que salen a la izquierda son de cuando volviste del viaje porque la madre de tu amigo Juan había muerto y quisiste estar con él."
Apartó la vista del telescopio y, sin necesidad de él, empezó a ver cómo miles de puntos dorados aparecían desparramados por toda la ciudad. Al terminar de ocultarse el sol, todo el pueblo parecía iluminado por sus huellas doradas.
martes, 17 de noviembre de 2015
LA CIUDAD DE LOS POZOS - Acerca de la búsqueda y la perseverancia...
Esta ciudad no estaba habitada por personas, como todas las demás ciudades del planeta. Esta ciudad estaba habitada por pozos. Pozos vivientes, pero pozos al fin.
Los pozos se diferenciaban entre sí no solo por el lugar en el que estaban excavados sino también por el brocal, la abertura que los conectaba con el exterior. Había pozos pudientes y ostentosos con brocales de mármol y de metales preciosos; pozos humildes de ladrillo y madera y algunos otros más pobres, con simples agujeros pelados que se abrían en la tierra.
La comunicación entre los habitantes de la ciudad era de brocal a brocal, y las noticias cundían rápidamente, de punta a punta del poblado.
Un día llegó a la ciudad una "moda" que seguramente había nacido en algún pueblito humano: La nueva idea señalaba que todo ser viviente que se precie debería cuidar mucho más lo interior que lo exterior. Lo importante no es lo superficial sino el contenido.
Así fue como los pozos empezaron a llenarse de cosas. Algunos se llenaban de cosas, monedas de oro y piedras preciosas. Otros, más prácticos, se llenaron de electrodomésticos y aparatos mecánicos. Algunos más optaron por el arte y fueron llenándose de pinturas , pianos de cola y sofisticadas esculturas postmodernas. Finalmente los intelectuales se llenaron de libros, de manifiestos ideológicos y de revistas especializadas.
Pasó el tiempo.
La mayoría de los pozos se llenaron a tal punto que ya no pudieron incorporar nada más.
Los pozos no eran todos iguales así que, si bien algunos se conformaron, hubo otros que pensaron que debían hacer algo para seguir metiendo cosas en su interior. Alguno de ellos fue el primero: en lugar de apretar el contenido, se le ocurrió aumentar su capacidad ensanchándose.
No paso mucho tiempo antes de que la idea fuera imitada, todos los pozos gastaban gran parte de sus energías en ensancharse para poder hacer más espacio en su interior.
Un pozo, pequeño y alejado del centro de la ciudad, empezó a ver a sus camaradas ensanchándose desmedidamente. El pensó que si seguían hinchándose de tal manera , pronto se confundirían los bordes y cada uno perdería su identidad.
Quizás a partir de esta idea se le ocurrió que otra manera de aumentar su capacidad era crecer, pero no a lo ancho sino hacia lo profundo. Hacerse más hondo en lugar de más ancho. Pronto se dio cuenta que todo lo que tenia dentro de él le imposibilitaba la tarea de profundizar. Si quería ser más profundo debía vaciarse de todo contenido.
Al principio tuvo miedo al vacío, pero luego , cuando vio que no había otra posibilidad, lo hizo.
vacío de posesiones, el pozo empezó a volverse profundo, mientras los demás se apoderaban de las cosas de las que él se había deshecho.
Un día , sorpresivamente el pozo que crecía hacia adentro tuvo una sorpresa: adentro, muy adentro , y muy en el fondo ¡encontró agua!. Nunca antes otro pozo había encontrado agua.
El pozo superó la sorpresa y empezó a jugar con el agua del fondo, humedeciendo las paredes, salpicando los bordes y por último sacando agua hacia fuera. La ciudad nunca había sido regada más que por la lluvia, que de hecho era bastante escasa, así que la tierra alrededor del pozo, revitalizada por el agua, empezó a despertar.
Las semillas de sus entrañas, brotaron en pasto , en tréboles, en flores, y en troquitos endebles que se volvieron árboles después. La vida explotó en colores alrededor del alejado pozo al que empezaron a llamar "El Vergel".
Todos le preguntaban cómo había conseguido el milagro.
- "Ningún milagro", contestaba el Vergel. "Hay que buscar en el interior, hacia lo profundo"
Muchos quisieron seguir el ejemplo del Vergel, pero desandaron la idea cuando se dieron cuenta de que para ir más profundo debían vaciarse. Siguieron ensanchándose cada vez más para llenarse de más y más cosas.
En la otra punta de la ciudad, otro pozo, decidió correr también el riesgo del vacío. Y también empezó a profundizar. Y también llegó al agua. Y también salpicó hacia fuera creando un segundo oasis verde en el pueblo.
- "¿Qué harás cuando se termine el agua?", le preguntaban.
-" No sé lo que pasará", contestaba. "Pero, por ahora, cuánto más agua saco, más agua hay"
Pasaron unos cuantos meses antes del gran descubrimiento.
Un día, casi por casualidad, los dos pozos se dieron cuenta de que el agua que habían encontrado en el fondo de sí mismos era la misma. Que el mismo río subterráneo que pasaba por uno inundaba la profundidad del otro.
Los pozos se diferenciaban entre sí no solo por el lugar en el que estaban excavados sino también por el brocal, la abertura que los conectaba con el exterior. Había pozos pudientes y ostentosos con brocales de mármol y de metales preciosos; pozos humildes de ladrillo y madera y algunos otros más pobres, con simples agujeros pelados que se abrían en la tierra.
La comunicación entre los habitantes de la ciudad era de brocal a brocal, y las noticias cundían rápidamente, de punta a punta del poblado.
Un día llegó a la ciudad una "moda" que seguramente había nacido en algún pueblito humano: La nueva idea señalaba que todo ser viviente que se precie debería cuidar mucho más lo interior que lo exterior. Lo importante no es lo superficial sino el contenido.
Así fue como los pozos empezaron a llenarse de cosas. Algunos se llenaban de cosas, monedas de oro y piedras preciosas. Otros, más prácticos, se llenaron de electrodomésticos y aparatos mecánicos. Algunos más optaron por el arte y fueron llenándose de pinturas , pianos de cola y sofisticadas esculturas postmodernas. Finalmente los intelectuales se llenaron de libros, de manifiestos ideológicos y de revistas especializadas.
Pasó el tiempo.
La mayoría de los pozos se llenaron a tal punto que ya no pudieron incorporar nada más.
Los pozos no eran todos iguales así que, si bien algunos se conformaron, hubo otros que pensaron que debían hacer algo para seguir metiendo cosas en su interior. Alguno de ellos fue el primero: en lugar de apretar el contenido, se le ocurrió aumentar su capacidad ensanchándose.
No paso mucho tiempo antes de que la idea fuera imitada, todos los pozos gastaban gran parte de sus energías en ensancharse para poder hacer más espacio en su interior.
Un pozo, pequeño y alejado del centro de la ciudad, empezó a ver a sus camaradas ensanchándose desmedidamente. El pensó que si seguían hinchándose de tal manera , pronto se confundirían los bordes y cada uno perdería su identidad.
Quizás a partir de esta idea se le ocurrió que otra manera de aumentar su capacidad era crecer, pero no a lo ancho sino hacia lo profundo. Hacerse más hondo en lugar de más ancho. Pronto se dio cuenta que todo lo que tenia dentro de él le imposibilitaba la tarea de profundizar. Si quería ser más profundo debía vaciarse de todo contenido.
Al principio tuvo miedo al vacío, pero luego , cuando vio que no había otra posibilidad, lo hizo.
vacío de posesiones, el pozo empezó a volverse profundo, mientras los demás se apoderaban de las cosas de las que él se había deshecho.
Un día , sorpresivamente el pozo que crecía hacia adentro tuvo una sorpresa: adentro, muy adentro , y muy en el fondo ¡encontró agua!. Nunca antes otro pozo había encontrado agua.
El pozo superó la sorpresa y empezó a jugar con el agua del fondo, humedeciendo las paredes, salpicando los bordes y por último sacando agua hacia fuera. La ciudad nunca había sido regada más que por la lluvia, que de hecho era bastante escasa, así que la tierra alrededor del pozo, revitalizada por el agua, empezó a despertar.
Las semillas de sus entrañas, brotaron en pasto , en tréboles, en flores, y en troquitos endebles que se volvieron árboles después. La vida explotó en colores alrededor del alejado pozo al que empezaron a llamar "El Vergel".
Todos le preguntaban cómo había conseguido el milagro.
- "Ningún milagro", contestaba el Vergel. "Hay que buscar en el interior, hacia lo profundo"
Muchos quisieron seguir el ejemplo del Vergel, pero desandaron la idea cuando se dieron cuenta de que para ir más profundo debían vaciarse. Siguieron ensanchándose cada vez más para llenarse de más y más cosas.
En la otra punta de la ciudad, otro pozo, decidió correr también el riesgo del vacío. Y también empezó a profundizar. Y también llegó al agua. Y también salpicó hacia fuera creando un segundo oasis verde en el pueblo.
- "¿Qué harás cuando se termine el agua?", le preguntaban.
-" No sé lo que pasará", contestaba. "Pero, por ahora, cuánto más agua saco, más agua hay"
Pasaron unos cuantos meses antes del gran descubrimiento.
Un día, casi por casualidad, los dos pozos se dieron cuenta de que el agua que habían encontrado en el fondo de sí mismos era la misma. Que el mismo río subterráneo que pasaba por uno inundaba la profundidad del otro.
lunes, 16 de noviembre de 2015
LA CHIMENEA
Un joven que había estudiado lógica, acudió a un sabio y solicitó ser instruido en su enseñanza.
- "¿Lógica?", preguntó el sabio. "Dudo que eso sea suficiente para alcanzar la iluminación, pero te tomaré una prueba.
Supongamos que dos hombres bajan por una chimenea, uno sale con la cara limpia y el otro con la cara sucia ¿Cuál se lava la cara?"
- "Eso es fácil, el de la cara sucia", respondió el estudiante.
- "Incorrecto", dijo el sabio. "El de la cara limpia. Veamos: el de la cara sucia mira al de la limpia y piensa que su cara también está limpia. El de la cara limpia mira al de la sucia y piensa que su cara está sucia, así que él se lava la cara."
- "No pensé en eso", admitió el joven. "Deme otra oportunidad."
- "Volvamos a empezar. Dos hombres bajan por una chimenea, uno sale con la cara limpia y el otro con la cara sucia ¿Cuál se lava la cara?", planteó el sabio.
- "Acabamos de responderlo: aquel con la cara limpia", contestó el estudiante.
- "No. Ambos se lavan la cara", dijo el sabio. "Aquel con la cara sucia mira al de la limpia y piensa que su cara está limpia también. Pero el de la cara limpia mira al de la sucia, y piensa que su cara también lo está, entonces se lava. Cuando el de la cara sucia ve que el de la limpia lava su cara, él también se lava. Por lo tanto ambos lavan su cara."
- "No me di cuenta de esa alternativa", expresó el joven. "Deme otra oportunidad."
- "Está bien. Dos hombres bajan por una chimenea, uno sale con la cara limpia y el otro con la cara sucia ¿Cuál se lava la cara?", preguntó el sabio.
- "Ambos lavan su cara", respondió con énfasis el estudiante.
- "No. Ninguno de los dos", dijo el sabio. "Aquel con la cara sucia mira al de la limpia y piensa que la suya también lo está. El de la cara limpia mira al de la sucia, y piensa que su cara también está sucia. Pero cuando él ve que el hombre de la cara sucia no se lava, él tampoco se lava. Por lo tanto ninguno se lava."
- "Una última oportunidad y le demostraré que puedo estudiar lo que sted enseña", pidió el joven.
- "Dos hombres bajan por una chimenea, uno sale con la cara limpia y el otro con la cara sucia ¿Cuál se lava la cara?", volvió a plantear el sabio.
- "Ninguno", exclamó triunfalmente el estudiante.
- "¿Ves ahora por que la lógica no es suficiente para alcanzar la iluminación?¿Cómo es posible que dos hombres que bajan por la misma chimenea, uno salga con la cara sucia y otra con la cara limpia? ¿No ves que la pregunta es tonta? Y si intentas contestar preguntas tontas, tu respuesta será tonta. Así que aprende algo más de lógica antes de que intentes estudiar lo que enseño.", sugirió el sabio.
- "¿Lógica?", preguntó el sabio. "Dudo que eso sea suficiente para alcanzar la iluminación, pero te tomaré una prueba.
Supongamos que dos hombres bajan por una chimenea, uno sale con la cara limpia y el otro con la cara sucia ¿Cuál se lava la cara?"
- "Eso es fácil, el de la cara sucia", respondió el estudiante.
- "Incorrecto", dijo el sabio. "El de la cara limpia. Veamos: el de la cara sucia mira al de la limpia y piensa que su cara también está limpia. El de la cara limpia mira al de la sucia y piensa que su cara está sucia, así que él se lava la cara."
- "No pensé en eso", admitió el joven. "Deme otra oportunidad."
- "Volvamos a empezar. Dos hombres bajan por una chimenea, uno sale con la cara limpia y el otro con la cara sucia ¿Cuál se lava la cara?", planteó el sabio.
- "Acabamos de responderlo: aquel con la cara limpia", contestó el estudiante.
- "No. Ambos se lavan la cara", dijo el sabio. "Aquel con la cara sucia mira al de la limpia y piensa que su cara está limpia también. Pero el de la cara limpia mira al de la sucia, y piensa que su cara también lo está, entonces se lava. Cuando el de la cara sucia ve que el de la limpia lava su cara, él también se lava. Por lo tanto ambos lavan su cara."
- "No me di cuenta de esa alternativa", expresó el joven. "Deme otra oportunidad."
- "Está bien. Dos hombres bajan por una chimenea, uno sale con la cara limpia y el otro con la cara sucia ¿Cuál se lava la cara?", preguntó el sabio.
- "Ambos lavan su cara", respondió con énfasis el estudiante.
- "No. Ninguno de los dos", dijo el sabio. "Aquel con la cara sucia mira al de la limpia y piensa que la suya también lo está. El de la cara limpia mira al de la sucia, y piensa que su cara también está sucia. Pero cuando él ve que el hombre de la cara sucia no se lava, él tampoco se lava. Por lo tanto ninguno se lava."
- "Una última oportunidad y le demostraré que puedo estudiar lo que sted enseña", pidió el joven.
- "Dos hombres bajan por una chimenea, uno sale con la cara limpia y el otro con la cara sucia ¿Cuál se lava la cara?", volvió a plantear el sabio.
- "Ninguno", exclamó triunfalmente el estudiante.
- "¿Ves ahora por que la lógica no es suficiente para alcanzar la iluminación?¿Cómo es posible que dos hombres que bajan por la misma chimenea, uno salga con la cara sucia y otra con la cara limpia? ¿No ves que la pregunta es tonta? Y si intentas contestar preguntas tontas, tu respuesta será tonta. Así que aprende algo más de lógica antes de que intentes estudiar lo que enseño.", sugirió el sabio.
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domingo, 15 de noviembre de 2015
ESCRITO EN LA PIEDRA - Acerca del mejor método de convivencia
Dice una linda leyenda árabe que dos amigos viajaban por el desierto y en un determinado punto del viaje discutieron.
El otro, ofendido, sin nada que decir, escribió en la arena: "HOY, MI MEJOR AMIGO ME DIO UN A BOFETADA".
Continuaron su camino y llegaron a un oasis donde resolvieron bañarse. El que había sido abofeteado y lastimado comenzó a ahogarse, siendo salvado por el amigo.
Al recuperarse tomó un cincel y escribió en una piedra: "HOY, MI MEJOR AMIGO ME SALVÓ LA VIDA".
Intrigado, el amigo preguntó: "¿Por qué después de que te lastimé, escribiste en la arena y ahora escribes en una piedra?"
Sonriendo, el otro amigo respondió: "Cuando un gran amigo nos ofende, deberemos escribir en la arena, donde el viento del olvido y el perdón se encargarán de borrarlo y desaparecerlo. Por otro lado, cuando nos pase algo grandioso, deberemos grabarlo en la piedra de la memoria del corazón, donde ningún viento del mundo podrá borrarlo".
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sábado, 14 de noviembre de 2015
LAS DIFERENCIAS APARENTES
Cuatro viajeros provenientes de distintos países que seguían la misma ruta juntaron el poco dinero que tenían para comprar comida.
El persa dijo: "Compraremos angur"
El árabe contestó: "No, yo quiero inab"
El turco no estuvo de acuerdo y exclamó: "De eso nada, yo comeré uzum"
El griego protestó diciendo: "Lo que compraremos será stafil"
Como ninguno sabía lo que significaban las palabras de los demás, comenzaron a pelear entre sí. Tenían información, pero carecían de conocimiento.
Pasó por allí un hombre que dijo:
- "Yo puedo satisfacer el deseo de todos ustedes, denme su dinero."
Los viajeros accedieron a la solicitud del recién llegado. Al cabo de un rato, el hombre regresó con aquello que todos habían mencionado sin saber que se referían a lo mismo: uvas.
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